Poesía de la Historia

Cada cierto tiempo hay un escritor o varios escritores que nos recuerdan la importancia de escribir la historia como si fuera poesía. El pasado cifrado y clarividente en versos que tengan un sentido más profundo que el análisis académico, alimenta la imaginación del presente, al tiempo que explosiona su refractaria mitológica. La realidad es mágica si nosotros somos mágicos. Por eso, tal vez, sea mejor pensar nuestro origen como una historia de sangre, sol y luna, y no bajo el relato unívoco de un dios que nació del desierto.

Pablo Neruda
Pablo Neruda

Ya había leído a Pablo Neruda, el gran cantor popular de la poesía de América Latina en el siglo XX. Comunista, borracho, nobel, enamorado. Neruda encarnaba una fuerza que intentaba cambiar las cosas, y sin tener la perspectiva necesaria para verse apenas como una marioneta del régimen, murió intentando dar al pueblo una historia más fidedigna. Más cercana a sus fuegos y sus locuras, a su música y su forma de ver el mundo. Su gran libro no es su gran libro en verdad, pues pese a que muchos refriegan sus encías en las palabras del Canto General, creo que los mejores poemas de Neruda son de amor. Desnudan donde sea. Enamoran al instante. Son inevitables para las generaciones que los reviven de la memoria del amor.

William Ospina, escritor colombiano
William Ospina

El otro escritor que llegó a mis manos a contar la historia de los indígenas de América Latina y sus encuentros con la civilización europea, fue el tolimense William Ospina, un poeta convencido del poder de afecto y esperanza que puede sembrar la palabra en el corazón del ser humano. Su trilogía que comienza con Ursúa, continua con El país de la canela y termina con La serpiente sin ojos, es un fascinante relato histórico que enfrenta dos mundos. Uno al que pertenecen los Aztecas, los Mayas, los Incas; otro al que pertenece España y todos los hombres que llegan desde el otro lado del mar. Ospina me contó con belleza, precisión y detalles la complejidad del encuentro. Lo mejor es que no parece estar a favor de alguna de las dos partes, sino todo lo contrario, es imparcial y por eso más poético, profundo y lúcido. William Ospina es sin duda uno de los grandes novelistas históricos que tiene Colombia, así como un poeta de gran calidad.

Eduardo Galeano
Eduardo Galeano

Después de algún tiempo regresé a estas lecturas históricas. Me topé de repente con la trilogía de Memoria del Fuego, escrita por el uruguayo Eduardo Galeano. Otra muestra de que la prosa cuando quiere ser poética necesita no solamente quebrar su ritmo, sino crear imágenes y compartir saberes de manera tan prolífica como una enciclopedia. Galeano me gusta como cuenta los famosos Nacimientos, sobretodo porque, curiosamente, no relaciona el mito del origen de la Luna con la mujer, sino con una deidad masculina, el Dios Caracol. Lo que viene después tiene muchos datos, muchos personajes importantes, y Galeano los pesa con su juicio. Su tarea es total, quiere acapararlo todo como el Canto General, con la diferencia de que los textos aquí son más cortos y la prosa permite una narración que acoge, muestra y enseña. No es poesía, aunque un verso pudiese contener toda la brutalidad y violencia de un momento. Los pequeños textos de Galeano parecen más instantáneas que se proyectan en secuela, siguiendo un tiempo pero no un espacio, saltando de aquí allá mientras los personajes avanzan, luchan y caen.

Estas lecturas, debo reconocerlo primero como agradecimiento y segundo como forma de celebrar la buena literatura, son las que más me han enseñado acerca de la cultura indígena en América Latina. Su pasado, su lucha contra los que llegaron, y luego aquella mixtura extrema y caótica de la sangre africana, la europea y la indígena. Me han quedado imágenes, dioses, rituales, pueblos, leyendas, mitos. También los nombres de los exterminadores, de los que intentaron humanizar al indio, de los que huyeron por la libertad a través de la espesa jungla. Tal vez mi pasado no parecería tan interesante, misterioso y múltiple si no conociera la historia por manos de estos tres poetas. Esperemos que el porvenir los continua celebrando con su lectura.

Por Charlotte Montenegro

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