Dos poemas de Indira Vásquez

   La poesía de esta peruana erradicada en el DF es de un misticismo particular. Siembra la duda en los poderes que tenemos, en lo que somos.

RENCARNACIÓN

   Nosotros lo contenemos todo. Pequeños fragmentos del caos entre la carne, los nervios y el espíritu nos recuerdan que somos muñecos fundidos con polvo de astros y agua de los ríos. La vestal y el guerrero, el rey con su corte, el canto del gorila, la sinfonía mañanera de los pájaros. Todo adentro. Todo en llamas. Ningún espacio en blanco. Ninguna esquina sin marcas de lo que fuimos y seremos.
Algún día nos quebramos como vasijas milenarias. Algún día lo que somos conspira para que cambiemos. En jornadas con más fortuna nacemos con un astro en el horizonte y una casa entre la luna.

NUESTRA HOGUERA

Cortamos leños en el bosque de mil ojos
y creamos el fuego de los nobles,
Donde se cocina el apuro
Y se calienta el espíritu.

Alguien quiso un experimento.
Poner la carne entre el cuerpo inestable de las llamas,
Y entre el naranja y la ceniza murió el primer becerro.

Fue su olor lo que nos llevó a comerlo.
La sangre hervida entrando a nuestro cuerpo
avivó el poder de la aurora.
Había llegado el tiempo de la luz.

Colocamos al fuego todo lo que estuvo a nuestro paso.
Árboles, animales, pueblos, dioses.
Nadie resiste el incendio que iniciamos.
Nadie cuestiona el poder que obtuvimos.

La soberbia nos convirtió en seres dependientes.
El fuego era todo. Nosotros apenas su medio.
Olvidamos al dios del Sol
Y a la Luna y la historia escrita en la estrellas,
El linaje sagrado del Río y el Mar,
Y la sabiduría que no suena,
Que no está en los signos,
El espíritu asombroso que nos llena de vida el corazón.
Olvidamos todo.

El fuego se apagó en nuestras lágrimas.
Derrota y miedo, sombra y delirio.
Nadie recuerda que fuimos los primeros.
Nadie ve nuestra hoguera entre la noche.

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