Vigorexia

Antecedente

   He decidido escribir este diario porque voy a comenzar una experiencia nueva en mi vida y quiero recordarla con detalle. Espero tener claridad al momento de narrar los acontecimientos porque, en el futuro, al único que van a interesar es a mi mismo. Me quiero entender de la mejor manera.

23 de febrero de 2013

   Hoy fue el primer día de gimnasio. Estoy rendido. Acabo de tomarme una malteada de frutas con un suplemento que me recomendó Jamilson, un grandulón buena gente. Se la pasa de arriba a abajo atendiendo el negocio, con su cuerpo bronceado torneado en máquinas de pesas, sonriendo a las mujeres que llegan después de las cinco de la tarde, hablando con energía a los flacuchentos que llegan a inflarse como sea. Nos saluda con tranquilidad a los que estamos en el medio, entre ganar músculos y perder algo de peso, silueteados con mediocridad pero no faltos de gracia, y muchas veces con desproporciones que se dejan ver después de años de cerveza. Mi instructor—del que ya no recuerdo el nombre—es un tipo macanudo también pero no tan definido como Jamilson. El tipo me habla todo con sequedad pero de forma cordial y siempre interviniendo para que mi cuerpo se mueva de la manera correcta. No siento ninguna sensación de tipo homosexual, como muchos podrían suponer. Es una relación de tipo profesional. Él hace su trabajo y yo voy aprendiendo.

25 de febrero de 2013

   Hoy vi una mujer de un culo tan enorme que se me hizo agua la boca. Entre aquella temperatura calurosa del gimnasio y las feromónas que emiten los cuerpos perfectos sentí ganas de morder ese culo. Tocarlo. Lamerlo. Tuve una erección instantánea pero estoy seguro que no era el único. Los instructores, Jamilson, los clientes (viejos trotadores, fanfarrones grandes, flacos refinados) miraron aquel culo como un acontecimiento fuera de lo común. Cosas que solo se ven—tan apretadas—en los gimnasios. Salí de allí con buena vibra.

27 de febrero de 2013

   El nombre de mi instructor es Camilo y ya conversamos con algo de confianza. Todavía mantenemos aquella distancia necesaria entre el cliente y el proveedor, pero nada que con el tiempo no pueda ir cambiando. Me preguntó qué tipo de cuerpo estaba buscando y se lo describí con solo una palabra: grande. Me dijo que estudiaría algunas posibilidades y me recomendaría productos. Tengo ansiedad. Todavía no he subido ni un kilo de peso.

28 de febrero de 2013 (notas de camerino) 

   Camilo me vendió con Jamilson varios productos para que tomase después de hacer los ejercicios. Ya no son suplementos en polvo sino pastillas, debo pasarlas con agua fría y solamente después de media hora de descanso del cuerpo. Estoy muy optimista. La gente del trabajo lo ha notado y me lo ha comentado. Estoy ansioso por tener un cuerpo más agradable e impresionarlos. Seré la sensación de aquí a unos meses, ya verán. Jamilson me ha dicho que la parte fuerte del tratamiento viene de aquí a un mes, pero no me ha comentado con detalles de qué se trata.

1 de marzo de 2013

    Ya ingerí las pastillas que me vendió Jamilson y me siento tranquilo. Me dijeron que las primeras veces sentiría un leve mareo pero hace dos horas las ingerí y nada. No sé cómo funcionan estas cosas bien. Un amigo de la oficina me dijo que aparte de la opinión de los instructores del gimnasio, también debía consultar la de un médico. Podría estar en riesgo por alguna cosa que ignoro por completo o algo por el estilo. He decidido no colocar mucha atención en esos comentarios. Es el momento de actuar y hacer lo necesario por alcanzar el objetivo con mi cuerpo.

4 de marzo de 2013

   Hoy sentí el mareo del que me habló Jamilson. Es como una borrachera pero te deja mas bien dopado. Me senté en el computador y me he puesto a escribir el diario pensando en todos los ejercicios que hice hoy y en las palabras que me dijo Jamilson después de levantar esos discos de más, en la mujer que estaba frente a mí cuando corría sobre la banda, totalmente rubia y de piel blanca como el hielo, con unas piernas de vikinga que harían parir miedo a un osos polar, y con la cara tan hermosa que lo único que imaginé fue que le hacía el amor—no sé bien donde la locación, en verdad—, pero mi mente solo veía que la follaba y la follaba.

   Creo que me hace falta una novia.

   Tal vez el gimnasio sea un buen lugar para ligar con alguien. Solo van chicas interesantes y flacuchentos que pueden pagar los costos de las mensualidades y de todas estas pociones mágicas que de un día para otro los vuelven toritos. Esos somos los clientes frecuentes. Las mujeres son de varios perfiles, pero casi siempre solitarias y concentradas. No vienen en grupo, sentirían envidia de la amiga que tuviera el mejor culo y se amargarían la jornada.

   Hacer ejercicio me hace pensar más en sexo que antes y no puedo masturbarme. Una desgracia. La masturbación es de los actos liberadores de mayor placer que puede experimentar un hombre. Hacerse una paja es tan necesario algunas ocasiones que nadie se atreve a negarla—ni tampoco a charlar en público de sus bondades—. Después de pesarme, hacerme algunos exámenes entre médicos y físicos, Jamilson me dijo que lo primero que tenía que dejar era la masturbación. Lo dijo de un modo que ni me perturbaba ni me apenaba. Tal vez ese tono es el éxito de Jamilson. Decirte que eres un gordo inmundo que no tienes arreglo de ninguna forma, pero que él puede ofrecerte una solución algo costosa, con apenas consecuencias positivas y un camino lleno de experiencias de autoconocimiento. Nadie se le niega, solo quien no puede pagar. Y de paso dejas de masturbarte, si es que no habías controlado el vicio.

7 de marzo de 2013

   Mis actuales mejores amigos son los instructores del gimnasio y Jamilson. Hoy me invitaron a pasar a un bar y beber unas cervezas con ellos por la celebración del cumpleaños de Adriana, una de las chicas de los aeróbicos. Creo que seré el único cuerpo imperfecto en aquel grupo de apolos y ninfas, pero no me importa. Mi personalidad saldrá a brillar y encantaré a más de una flaca que ande con sus tragos en la cabeza.

  Mis brazos ya se ven un poco más grandes. Dos compañeras del trabajo me dijeron que los tenía más gordos, no exactamente torneados. Fue así: gordos. Y pues, yo no quiero que las personas perciban que subí de peso como si me hubiera llenado la boca de frijoles y arroz y helados. Quiero que me vean con músculos, con los brazos formados y con cada parte en su lugar. No me gustó ese comentario, pero sé que esta noche voy a recibir todo tipo de elogios. Voy a irme con una camiseta sin mangas para que todos puedan ver los avances que he tenido durante estos casi 8 días en el gimnasio.

8 de marzo de 2013

   La fiesta fue un furor pero pasé como un cero a la izquierda. Los chicos hicieron un striptease que enloqueció varias calles a la redonda. La gente pensó que eran un número de la disco y llenaron el lugar en menos de una hora. La homenajeada, muy puntual, bailó a la media noche sobre la mesa algo borracha y quedó en sostén y cucos mostrando su cuerpo tenso, moreno y de piel lisa. Muchos se trataron de abalanzar como si fuera un espectáculo de baja categoría, pero Jamilson y los otros muchachos estaban frente a la mesa como una muralla china. Yo tuve mis quince segundos de fama cuando hicieron una broma sobre quien era el holgazán del grupo y me señalaron por mis brazos de nerd y mis hombros de televidente.

12 de marzo de 2013

   Jamilson me dijo que no le había gustado mucho como me habían tratado en la fiesta. Aquello de holgazán a él no le parecía, después de ver mis esfuerzos diarios aquí en el gimnasio. Se disculpó por eso y casi que, en el fondo, se quitó la culpa de estarse burlando de un cliente después de beber tequila a su lado. Pero que él se sintiera mal me trajo solo beneficios. Me ha regalado un juego de inyecciones para el cuerpo que deben ser aplicadas antes de hacer los entrenamientos. No se puede beber entretanto te coloques las inyecciones. No es muy largo, apenas un mes. Quiero iniciarlo cuanto antes. Ya me estaba cansando de las pastillas y de aquellas infusiones de avena con frutas y suplementos en polvo que te ponen a cagar como un pájaro. Estoy en la grandes ligas.

15 de marzo de 2013

   Casi no puedo abrir el computador para escribir el diario. Me siento débil después de inyectarme. Jamilson me dijo que era normal, que tuviera a la mano alguna barra de chocolate o un refresco dulce. Compré una Coca Cola y unos Mentos. No se me pasa nada por la cabeza. A diferencia de ayer, que estaba muy curioso y hablador y demasiado concentrado en lo que hablaba y pensaba, hoy estoy hecho una fatiga, una renuncia. No quiero saber nada del gimnasio ni mañana ni pasado mañana ni dentro de unos cinco días. Estas inyecciones se te llevan algo de adentro. Te quitan algo a cambio del poder físico que te dan. Pareciese que tomaran algo de mi tranquilidad, de mi capacidad para tranquilizarme con la vida como es.

   Creo que estoy delirando.

18 de marzo de 2013

   Hoy con la segunda inyección fue mejor. Esta vez no me dio aquel cansancio infinito. Simplemente me llegó aquella sensación de estar siendo vaciado por algún lado. También los ejercicios en el gimnasio fueron más leves. Mis músculos están acoplándose a la rutina y ya puedo decir que el entrenamiento hace parte esencial de mi vida. Cuerpo sano es mente sana. Aunque la verdad la mente vive unos tiempos en que se sospecha de ella con demasía. Por ejemplo el otro día leí en una revista mientras hacía la fila del supermercado, que la mente habla demasiado y muchas veces nos confunde y nos hace sentir mal. Según el autor, cuyo nombre no recuerdo, el alma es la que nos guía en nuestra sensación verdadera de vida, mientras que la mente solo es una máquina educada por los preconceptos, prejuicios y órdenes con que nos alfabetizan en la casa y en la escuela. Y bueno, yo me pregunto, ¿cómo cambiarlo?, ¿alguien ha pensado más allá del libro académico o de la simple perorata teórica y filosófica cuáles deben ser los preconceptos, prejuicios y órdenes que debe recibir una personita que apenas se está acoplando al angustiante y loco mundo? Porque una cosa es decir “es que ellos nos educan mal, ellos nos educan para ser esclavos de la industria, ellos nos educan sabiendo de antemano que su proyecto de sociedad va a fracasar”, y otra muy diferente hacer un proyecto pedagógico para hacer mejorías en el ambiente intelectual y reflexivo de una sociedad. (Creo que las inyecciones también me están dando algo de lucidez avanzada). Si la mente es la máquina que lidia con nuestra existencia y está configurada de una forma que no es tan conveniente para alcanzar la felicidad, lo que debemos hacer es reconfigurarla con acciones y reflexiones, porque no tenemos otro camino. Cualquier otra opción nos conduciría a lo mismo pero en otras palabras. Tenemos es que actuar.

21 de marzo de 2013

   Hoy mientras hacía un entrenamiento para la espalda, he sufrido un desmayo. Nada que no haya acontecido antes. Me dieron algo de agua y me recompuse. Jamilson está pendiente de mi proceso con la inyecciones y me dice que voy bien. Subí otros tres kilos. Siento los brazos más pesados pero también los veo más atléticos. Siento que me estoy obsesionando por el ejercicio y lo encuentro fenomenal. Nunca había tenido una obsesión que solo me hiciera bien.

25 de marzo de 2013

   Viajar no me cae mal. Estaré de vacaciones en el norte del país por un mes, casi un tercio del verano, y estaré pescando y haciendo algunos entrenamientos personales. Jamilson me ha dado algunos videos que me pueden servir como guía para cuando vaya a practicar en solitario. Eso si, no me puedo dejar de aplicar las inyecciones ni de hacer la dieta como es debido, sino los resultados no se van a percibir de aquí a unas semanas.

   El viaje es con una gente de la oficina. Vamos a aprovechar que tenemos un congreso de ingeniería agroindustrial y vamos a quedarnos unas tres semanas de más. Visitaremos varios puntos turísticos que son muy importantes como el farol de Aguas Blancas y el Camino del Peregrino Mudo, el cual es famoso porque tiene un punto arriba en una montaña donde el silencio es casi que absoluto. Por las noches ya sé lo que nos espera: beber, beber y salir de fiesta. Las mujeres que van con nosotros en verdad no las conocemos muy bien. Creo que en general ninguno de los que vamos a ese paseo nos conocemos muy bien. En la empresa es difícil estrechar vínculos con las personas más allá de la relación laboral, pues en nuestro caso cada uno tiene un espacio donde se aísla a trabajar con sus cosas y es poco el contacto que se hace con los demás. No es fácil intentar diseñar armas nuevas para matar personas si estas charlando amenamente con una o más personas.

Algunas anotaciones en el viaje

   Estamos en el Hotel Nueva Francia y nada de lo que tiene la habitación ni el bar ni el restaurante es lo suficientemente francés como para decir que el nombre del establecimiento es justo y preciso. Creo que debería llamarse, con el objetivo de bautizar las cosas con cabales y razones, el Hotel Nueva Verde, porque sus paredes, los escritorios de los recepcionistas, las faldas de las meseras, las trusas de los instructores del gimnasio, las servilletas, los ceniceros, los corbatines del barman en la noche, la gafas de las masajistas que llegan junto a la piscina, la baldosa en la entrada grande y lujosa, todo eso y muchas otras cosas más son de una variada gama de verdes. Al comienzo te sientes como si estuvieras en un ambiente ecológico. Por algunos momentos piensas en marihuana, llegas a esa idea por distintos motivos. Luego de esos primeros días, te viene la sensación de que estas en un hospital o en una fábrica de menta. Al final vienen las distorsiones de realidad más fuertes y te sientes en un lugar donde todo va volviéndose inevitablemente verde, incluido tu mismo.

Anotaciones en el viaje (II)

   Me había prometido no escribir en el viaje porque ya tengo motivos suficientes para preocuparme y no quiero gastar la energía mental produciendo frases para un texto. Por eso este va a ser un texto escrito de una forma un poco particular, pues a diferencia de otros textos que empiezan naciendo desde cada punto, este muere en cada punto que se coloca. Y muere porque como el escritor que lo redacta está cansado y no tiene motivación mínima para hacer literatura, el texto en sí es quien paga las consecuencias y se arriesga a quedar incompleto por alguna parte. ¿Por dónde? Todavía no lo sé. Me puede hasta dar remordimiento. ¿No has visto a las víctimas de la guerra como quedan cuando les falta un miembro?, ¿nunca asististe al horror de la televisión sensacionalista que muestra todo tipo de imágenes llenas de gente sin manos, sin pies, sin cabeza? Debe suceder lo mismo con un escrito, pues como todos sabemos, un texto es un cuerpo viviente, con la diferencia de que un ser humano está basado en compuestos de química orgánica, mientras que unos párrafos entrelazados por el orden de un mensaje general, están hechos con materia espiritual, con la misma sustancia con que se fabrican los sueños al dormir. Si dejo un escrito sin pies ni cabeza puede que lo haga sufrir. Su falta de un lado o de otro lo condenará a ser percibido como un incompleto, un amorfo, un carente. No soy capaz de tal vileza.

Anotaciones en el viaje (III)

   Volví a escribir, esta vez por puro acto de confesión (o de chismorreo, porque lo que me propongo contarles no es un pecado propio, sino el hecho de haber percibido ese pecado ser realizado por otro). Acabo de darme cuenta que el viaje es una coartada de dos mujeres y dos hombres de la oficina para poderse dar vacaciones amorosas a costa de los viáticos empresariales. Se supone que aquí estamos en un congreso donde aprenderemos nuevos métodos de producción, enlazaremos redes de colegas y proveedores y acabaremos borrachos con ellos después de las conferencias. De seguro en esas conversaciones de la noche no se iba a charlar más de ingeniería o esas cosas, sino de mujeres, placeres y lo que se puede hacer una velada en esta ciudad. Nuestro jefe, un americano moderno, hijo de una pareja de baby boomers y trabajador de sol a sol en pro de su negocio, es un ejemplo de cuando las cosas malas hacen que pasen cosas buenas. Lo único que mi jefe sabe hacer en la vida son armas. Pistolas, metralletas, fusiles, escopetas, misiles, cañones, miras, equipos especiales. Aquel cristiano americano, hijo de una familia blanca que pagó siempre sus impuestos y egresado de una prestigiosa universidad que ha formado a protagonistas de la historia universal moderna, es uno de los fabricantes de instrumentos bélicos más conocidos del mundo y sus únicos rivales también son sus únicos socios, los israelitas, quienes le compran por encima y por debajo de la mesa. Por eso no hablo de mi trabajo, porque es una cuestión ética difícil. Más de una ocasión mis amigos más cercanos, de los pocos que saben cuales son mis actividades laborales, me han preguntado si no me siento mal sabiendo que mi país arma guerras en otras naciones solo para que la gran empresa para la que trabajo—que es mitad del Estado y mitad de un conglomerado de socios anónimos—, venda sus juguetes a precios exorbitantes y así continuamente, arriba y abajo del mundo, en todas las partes posibles que existan fuera de las fronteras de nuestra patria.

   Esos amigos que me preguntan eso también son de aquí. No son cínicos cuando se extraen al momento de hacerme la pregunta. Soy yo quien siempre trata de huir. La prueba es la escritura compulsiva que me está llevando a que consigne los acontecimientos reales y las atmósferas mentales en textos como este. No sé si de para sentir la atmósfera de otro cerebro a través de las palabras, pero si que da para tejer un puente entre quien escribió el texto y quien lo lee. Se pueden dar muchos encuentros, coincidencias, anhelos, mudanzas. En este momento yo me siento algo desolado. Por momentos pienso que mi vida se ha vuelto el gimnasio, acudir al trabajo y continuar diseñando juguetes para que los narcos de México, los heroinómanos afganos o los carteles africanos se sigan matando sin sentido. Basta darles las armas para que estalle siempre el conflicto y traten de ganarlo con violencia. Y si la violencia crece, el país va a necesitar nuestra ayuda, que bien puede ser en billetes verdes o en juguetes para desaparecer soldados. Volveré al gimnasio.

1 de abril de 2013

    Estuve en el café Dechaux con Jamilson y le comenté varias cosas del viaje. Me preguntó por las inyecciones y le mostré el brazo. Hoy acababa la última dosis. Como hábito, Jamilson siempre paga los cafés que bebemos, pero hoy no tenía monedas en el bolsillo y tuve que hacerlo yo. Fue una vana molestia. Por un momento pensé que Jamilson podría creer que soy un tacaño que nunca pagó los cafés pero llego en carros lujosos al gimnasio. En el camino hasta el piso de las trotadoras medité el asunto y sentí algo de vergüenza que se vaporizo de inmediato comencé a correr. Una señora de unos cuarenta corría en la máquina de la izquierda. Sus piernas todavía despertaban pensamientos lujuriosos. Su cara ya tenía los machetazos junto a los párpados y la boca, pero ese aire precisamente le daba una sensualidad que sí me ponía cachondo. La miré en repetidas ocasiones tratando de buscar una conversación. Creo que ella se dio cuenta porque a los pocos segundos comenzamos a charlar. Bastó una sonrisa y hacer preguntas idiotas con chistes intermitentes. Se llama Daisy, vive a pocas calles de mi apartamento y ya es una retirada de las fuerzas militares. Fue del departamento de inteligencia pero siempre trabajo con terrorismo. Cuando le digo que yo también trabajo para el departamento de defensa, su actitud cambia y se vuelve esquiva. Luego me confiesa que su ex-esposo trabajaba en el mismo departamento mío, pero la abandonó hace dos años por una mujer más joven. La conoció allá, entre los laboratorios de armas y las bondades de los militares. Pensando en la situación pienso y doy con los nombres del esposo de Daisy y su amante, pero ni me atrevo a nombrarlos. Miento y digo que yo llegué hace poco y ni siquiera sabía de la historia. Terminamos de trotar y ninguno de los dos quiso continuar su rutina sino que fuimos a comer algo en el restaurante del gimnasio. Luego salimos y la llevé a su casa.

5 de abril de 2013

   Desde que inicié en el gimnasio he subido siete quilos en total. Lo que me ayudó bastante fueron las inyecciones, sin ellas hubiera tardado hasta el cuádruple de tiempo para hacer lo mismo. Hoy me siento vigoroso, con muchas ganas de mostrar mi cuerpo y que me toquen. Tengo muchas ganas de seguir a este ritmo y Jamilson me ha dicho que me tiene unas ayudas un poco más costosas pero el doble de eficientes con las que en un mes con solo ir tres veces a la semana al gimnasio, estaría igual que un modelo y hasta más grande. ¡Me muero de la dicha! Me encanta imaginarme con el culo inmenso, con las piernas torneadas, con los pectorales salidos, con los abdominales como una barra de chocolates. Daisy se volvería loca si me viera desnudo. De seguro yo también al ver su cuerpo de soldada entrenada por más de veinte años me quedaría sin aliento. Tengo ganas de hacerme una paja pero no debo.

10 de abril de 2013

   Hoy he comenzado a inyectarme el nuevo producto. Este me hace sentir energético, con ganas de seguir haciendo ejercicio. Jamilson me ha dicho que tengo que ir menos días a entrenar pero hacer el doble de sesiones y de músculos. Hoy el ritmo fue duro pero nunca me sentí cansado. Salí con tanta energía del gimnasio que se me hizo necesario llamar a Daisy y preguntarle si íbamos a comer. Una hora después la estaba recogiendo en su casa. Acabo de llegar de la cita. Nos besamos frente a su apartamento antes de que se bajara del carro. Me está gustando esta veterana sincera.

17 de abril de 2013

   El diario cada vez me quita menos tiempo pero ya llego a escribir casi de manera automática. Sin pensarlo voy abriendo el computador y comienzo a teclear minuciosamente. Al principio dejaba que el torrente de los acontecimientos fuera saliendo como llegaba, pero después la técnica fue mudando y ahora me preocupo tanto por estampar el sonido de aquella voz como lo que resalta.

   Mis músculos crecen. Me veo más grande cada vez que salgo del gimnasio. Con esos resultados le he pedido a Jamilson que me deje entrenar más para crecer a ritmo más rápido, pero me ha dicho que si hago un esfuerzo excesivo puedo tener problemas del corazón. Por hoy no he querido saber más del tema.

19 de abril de 2013

   Son las cuatro de la mañana y acabo de llegar a casa después de una faena espléndida con Daisy. Me sorprendió ver el rendimiento que yo estaba teniendo mientras teníamos sexo. En verdad mi cuerpo ya se ve muy bien y no se diga el de mi amante, una mujer entrada al cuarto piso pero que se conserva mejor que una de 25. Quise penetrarla por el ano pero no me dejó, aunque sí la puso cachonda la proposición. Lo sé porque cuando estábamos acostados me lo dijo y me prometió que la próxima vez tendría listos unos aceites. También me informó que viajaría por una semana pero que la fuera a recoger al aeropuerto para que nos encontráramos de una vez cuando ella llegase. Acepté sin reparos.

29 de abril de 2013

   Lo único que hice durante toda la semana, a escondidas de Jamilson, fue inyectarme tres dosis más de la sustancia que me hace crecer el cuerpo como Popeye. Entrené los tres días normales en el gimnasio de él y otros tres en otro gimnasio de otro barrio. Mi cuerpo creció muchísimo. Cuando Daisy llegue va a quedar colgada de un brazo mío de inmediato. En este momento voy a recogerla. La llevaré a cenar y haremos el amor en algún motel de la ciudad.

30 de abril de 2013

   Anoche hicimos el amor como los dioses. Daisy cada vez me gusta más y yo a ella. Se nota en la forma en que nuestros cuerpos se buscan. Nuestros besos son largos y sinuosos y disfrutamos del cuerpo del otro muchísimo, tal vez porque sabemos todo lo que hemos dedicado para llegar a este punto de tonificación, resistencia y presencia. Daisy me trajo de su viaje varios libros y unos guantes para hacer pesas, especiales para hacer más fuerza en las muñecas y en el antebrazo. Los libros si al caso los miro por encima, excepto por uno que se llama Vigorexia, la maldición del cuerpo perfecto. Le pregunto a Daisy por el autor y por el título con mucha curiosidad y me dice que no se lo ha empezado a leer, pero que se lo recomendó un librero cuando vio su cuerpo tan despampanante. ¿Qué podrá ser la vigorexia?

7 de marzo de 2013

   Me leí el primer capítulo del libro y me enteré que lo contrario de la anorexia es la vigorexia, un trastorno en el cual la gente come, se inyecta cosas y hace ejercicio excesivo para conseguir un cuerpo hermoso y perfecto. No me siento un vigoréxico. Simplemente estoy preocupado por mi salud y mi belleza. En este mundo nadie está en paz, definitivamente.

10 de marzo de 2013

   Hoy hablé con un hombre en la cafetería del gimnasio y me dijo que mi cuerpo estaba perfecto. Le conté el recetario de inyecciones y ejercicios y se quedó con la boca abierta. Pensaba que era solo con sudor y lágrimas que había sacado tanto volumen y definición. Me pidió el teléfono del hombre que vendía el producto pero no fue necesario porque Jamilson ya se estaba acercando a la mesa para charlar.

13 de marzo de 2013

   Hoy tuve un encuentro con Jamilson en el gimnasio. Le dije que me vendiera más inyecciones y no quiso. Me dijo que no quería que me enfermara y tomando tantas inyecciones de esas hasta podría causar un paro cardiaco. Le dije que no me importaba, además me sentía mejor que nunca de salud. Si lo confieso yo no soy un tipo que se irrita con facilidad, pero hoy estaba más que estresado, desde antes de llegar a charlar con Jamilson. Me dijo también que ya sabía que yo estaba entrenando el doble, sabiendo que él me había dicho que solo entrenara durante tres días a la semana. Lo inculpé de que me estuviera espiando y también le dije que no se metiera en mis asuntos. Si yo sentía que podía dar el doble era porque podía dar el doble. Jamilson se quedó mirándome como dudando por un momento de su propio criterio. Acto seguido miró el suelo y se apretó el labio inferior. Luego me pidió que saliera de su oficina y volviera cuando estuviera más tranquilo. Si no quería volver, también podía hacerlo. Solo debía consignar el último pago del mes y no habría ningún problema.

27 de marzo de 2013

   No he vuelto al gimnasio de Jamilson. Estoy entrenando cinco veces a la semana en un gimnasio también cerca de mi casa, pero más pequeño, con instructores más tranquilos y con menos gente dispuesta a darlo todo para que entrenes de la mejor manera. Me gusta más así,sin tanta bulla ni tanto halago. Prefiero las cosas secas pero que nadie se entrometa en tu vida ni te pregunte por qué haces esto o aquello. El director de este lugar se llama Escobar y me vende las dosis que quiera por un precio mucho más bajo que el de Jamilson. La mayoría de clientes son como yo, obsesionados de la musculatura que llevan poco tiempo inyectándose y quieren crecer y crecer y crecer.

   Poco a poco he tenido que ir cambiando de ropas. Los pantalones y las camisetas ya no me entraban. Hice varias compras en compañía de Daisy pero también terminamos peleando porque…No lo sé, creo que yo de nuevo estaba irritado sin explicación aparente y después de cenar a su lado y hacerle el amor, me fui sin despedirme.

   Ha sido un mal día, tal vez por eso escribo. Hace rato no tecleaba un rato. He vuelto a masturbarme también. Lo hago todas las noches últimamente. Volví.

7 de agosto de 2013

   He sido diagnosticado por un médico con vigorexia. Mi cuerpo ha crecido de forma desproporcionada—aunque a mi me encanta—y la gente ya me ve más que con respeto. Me temen. Sentirme así me da poder. Solo aquellos que hacen pesas conmigo en el gimnasio se acercan a tocarme y a preguntarme cómo lo he conseguido (todos ya saben que fue inyectándome, pero nadie lo hace manifiesto porque todos quieren creer que es solo con ejercicio). Mis músculos no son normales. Mis bíceps son literalmente como los de un niño cuando se pone esos flotadores gordos en los brazos. Ya soy algo amorfo, lo sé, pero mi cuerpo es grande y va a seguir creciendo.

   Para la vigorexia me han dicho que debo dejar de inyectarme—lo había dejado un mes atrás, pero a veces siento ganas de darme una puyada para hacer pesas—. Con Daisy las cosas se enfriaron y fue peor cuando me vio el cuerpo después de un mes. Quedó aterrada. No quiso ni tocarme. Por estos días he conocido una chica a la que le gusta bastante que la levante y me la folle como si fuera una muñeca de plástico, pequeña y húmeda. A decir verdad y lo confieso en mi diario (un diario que pasó de contar lo que hacía cuando fui por primera vez al gimnasio y lo que hago ahora que soy vigoréxico, pero bueno, un diario que solo yo voy a leer). Como decía, confieso en mi diario que a comparación de los otros músculos, mi verga no creció nada, por el contrario parecía hacerse cada vez más pequeña. Creo que la verga en todo este tiempo se me encogió unos dos centímetros. Es mucho. En todo caso, a esta chica no le importa si estoy enamorado de ella o no. Simplemente le gusta azotar mi espalda con una fusta muy duro (yo no siento nada, mis músculos se han congelado después de un tiempo), y luego chuparme lo que pueda chupar y coger al final en pleno éxtasis. Me ha pedido que la golpee, pero si lo hago le arrancaría la cabeza.

   Encontré una noche a Jamilson en una discoteca. Yo iba con esta chica y otra amiga de ella que también disfruta golpear chicos cuando se los come. Nos saludamos como si no tuviéramos problemas pero sin conversar después de las palmadas en la espalda. Jamilson siguió su camino y luego horas más tarde, cuando yo estaba en la terraza de la disco, me lo encontré solitario. Hablamos y me dijo que no me juzgaba, que era mi responsabilidad tener o no tener vigorexia. Lo acusé levemente con varios comentarios de venderme productos de mala calidad pero no se dejó ofender. Simplemente se tragó el sapo y siguió hablándome de otras cosas. También me dio unas patadas con algunos comentarios el muy hijo de puta. Me dijo que el exceso de aquella sustancia me había hecho crecer no solo los músculos de la apariencia, sino por ejemplo mi corazón ya estaba mucho más grande que hace unos meses. Me recomendó ir al médico antes de sufrir un infarto pero no me importa. Me irrita que me digan que tengo que ir al médico. No me gusta. Por eso de nuevo volví a escribir, porque me siento frustrado y voy a tener que comenzar a salir de esto de nuevo. No quiero parar de inyectarme ni de hacer ejercicio, pero no tengo opción. He leído lo que escribí al principio y siento que todo fue mudando de aspecto demasiado. El texto es diferente a lo que viví. No tiene algunas frustraciones ni algunas minucias. Tampoco dice el momento exacto en que perdí el trabajo ni cuando mi madre murió. No tiene muchos datos, pero igual así es un testigo inédito de mi transformación.

Por Chano Castaño

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