LegalizeDeath

   Después de tanto tiempo, ¿cómo no iba a volverse legal? Gracias a ella esos traficantes de sombrero y poncho tenían dinero para comprar las armas sofisticadas que les vendían los hermanos israelitas, unos tipos de cejas gruesas que siempre estaban de mal humor y se querían ir del país hace rato. ¿Por qué no lo habían hecho? Pregúntele a ellos, a mí no me mezcle con esa gente, no me caían bien.

   Me acuerdo mucho del que nos presentó a los israelitas.

   Era un muchacho de aquí de la tierra, hijo de un paisano. Se llamaba Orlando ese pelado. Era muy hábil con los fierros y no se le arrugaba con nada. Cogió fama después de que mató a un narquito que había en la zona extorsionando a todo el mundo. Le dio de baja y los paracos lo contrataron. Lo pusieron a cobrar vacunas. Y ahí sí nadie se le corrió a esa vuelta, porque el Orlando era quien cobraba y conocía a todo el mundo, pero, ¡hay de que uno se atrasara!…Él mismo se encargaba de cortarle un dedo.

   Yo me acuerdo que cuando las cosas comenzaron a dañarse fue precisamente porque Orlando le cortó la cara a la hija de don Goytisolo, ese viejito que sólo era buena gente y tranquilo. Pero pues, ¿quién no se enchicha si le cortan la cara a la hija? El viejo se hizo matar esa noche y a la pelada la remataron y la dejaron tirada en la plaza del pueblo. Esa vez había un partido de fútbol, no me acuerdo si era de la selección o de la Libertadores, pero todo el mundo estaba en las cantinas cuando llegó Orlando en la Toyota con los muchachos, hicieron varios tiros al aire, le dijeron a la gente que así era que quedaban los hijueputas que trabajaban con la guerrilla y no pagaban, y entonces tiraron  la pelada toda acuchillada a la calle y ahí la dejaron, para que el pueblo entero la viera y se aterrara.

   El párroco, viejo amigo de los paracos y alcagüete con ellos en el pasado, se volvió el enemigo repentino de los asesinos despiadados. Lo mataron una noche a tiros en la casa de sacristía y lo dejaron colgado sin brazos en un poste a la entrada del pueblo. La gente tomó el hecho como una maldición y comenzó el éxodo. Orlando fue trasladado a otra zona y los jefes comenzaron a comprar las tierras de la gente que buscaba cualquier forma de escapar a la desgracia de la violencia.

   Pasaron unos años para que Orlando pudiera volver. Los que aguantaron la guerra y sabían de sus crueldades, se mantuvieron en silencio cuando regresó. La impunidad regía el mundo.

   Después de sus crímenes atroces, Orlando había vuelto como un salvador, un redentor, y se emborrachaba con el alcalde en las mejores tabernas, con putas y whisky. Nadie parecía asimilar que Orlando fue en su momento el diablo de este lugar. Pero una noche la justicia, que cojea pero siempre llega, se asomó a los bares donde siempre estaba y le reventó la cabeza a tiros. Antes de morirse nos presentó a los mercenarios israelitas. Los que se han llenado de billetes en esta guerra sin sentido.

   A mi no me calla nadie la boca. Digo lo que digo porque lo vi. Además, es mejor irse de este mundo con las cuentas cerradas, sin deudas con nadie, ni con Dios ni con el Patas. La planta que nos volvió ricos a todos y nos llevó a poseer en un día lo que muchos duran una vida entera luchando, se volvió ahora legal y el negocio cayó para siempre. Estamos jodidos. Solo quedó la sangre y lo que tenemos para lavar, una cifra que ya no le importa a los gringos con el oleaje de impuestos que le van a colocar a la producción legal de nuestra querida matíca. Malditos activistas, malditos políticos honestos (!). Nos han jodido. Ya se verá el resultado. Haremos que la sangre corra entre las calles…Pero, ¿vale todavía la pena? Nadie lo sabe…A estas alturas del negocio, nadie esta dispuesto a gastar en violencia lo que puede gastar en sobrevivir dignamente durante los próximos dos años.

   Sí, dos años dura restableciéndose el negocio. Porque, ¿quién les va a cocinar la plantica a los señores? Nosotros, que ya sabemos como…

Por: alguien

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