1
Estoy enfermo de literatura pero no como Alonso Quijano ni como Montano, menos como Walser o Bartlevy (pese a que este último sentía una apatía literaria que se amplificaba sobre su vida, vale la pena incluirlo en mi listado de rechazo). No estoy enfermo como ninguno de ellos. Ni siquiera podría decir que estoy enfermo. Me siento mejor diciendo que estoy bajo los efectos de un encantamiento. La magia del lenguaje me tiene bajo su poder, sin decir nada del misterio de sus mecanismos, ni de lo que realiza para comunicarnos la tragedia y la abundancia, las desgracias, las dichas. Todo lo que podamos nombrar y modificar con la imaginación se vuelve parte de nosotros, y podemos usar el ensueño como un camino para la trascendencia y el encuentro con lo absoluto. Me siento fascinado y vívido con tan solo poner a resonar unas palabras que contengan la poesía que celebra la vida, la mitología que celebra la memoria y la sabiduría que celebra el pensamiento. Eso, definitivamente, no es estar enfermo, sino haber encontrado en la literatura una actividad, un refugio, así como un amor, un camino y una forma de encontrar la paz y entender el universo.
2
Los apuntes sobre literatura y esoterismo que propongo resumir, tienen origen en la necesidad que tiene mi corazón por revelar fragmentos de luz que, si bien podría decir que iluminaron mi vida, mejor referirse a que han transformado la experiencia de estar vivo. Precisamente me refiero a esa luz como un impulso hacia la transformación porque la poesía, por ejemplo, es un texto que siempre revela, al tiempo que exalta pasiones y define milímetros de lo divino y lo humano, y cuando los lectores disfrutan y comprenden a cabalidad y con profundidad la música de un verso, cuando damos un soplo de vida a las palabras escritas, es como si accediéramos a paraísos condensados a través del tiempo, creados a través del fascinante y paradójico pacto común entre la materia de los sueños y la rústica y mundana fuerza de la tinta, que con su débil y pequeña ocupación en un papel, es capaz de enrollar el espíritu de los tiempos y liberarlo como una aurora boreal cuando en las mentes y corazones humanos resuena la música afable de la lectura.
3
Preciso descifrar aún con más claridad la naturaleza de las voces que suceden dentro de mi, pues así como muchas de ellas pueden ser intensos versos y reflexiones que encienden la alegría y el bienestar del espíritu, hay otras que rayan con las demencia, la irracionalidad, sugiriendo lecturas burdas, apasionadas en exceso de forma ciega, y llenas de un veneno que, sin lugar a dudas, es la gasolina de las frustraciones que se impone la persona, así como sus rabias y sus sentimientos mezquinos. Debemos escuchar con atención esas voces, sobretodo las más perturbadas y dañinas.
Debemos escucharlas y decirles con una voz llena de compasión y de ternura–puede ser la de una madre, una hija, un abuelo, no importa–, que lo mejor es que se vayan de nuestros aposentos, que dejen de hacer estruendo con su pillaje y malestar, que mejor se vuelvan simples caricaturas del horror, firuletes acartonados por su profusa oscuridad. ¿Qué tan conscientes somos de nuestras voces internas? Yo diría que nada o muy poco. Sabemos que somos seres fragmentados, pero nos da algo de miedo aceptar las consecuencias de este hecho. Nos da miedo saber que adentro de nosotros hay muchos y que en el fondo, somos otros.
Por Chano Castaño
Siempre que se le preguntan las razones para elegir escribir, argumenta que su pasión por los libros y la literatura es como un juego. Se divierte creando mundos ficticios, componiendo poemas de músicas diversas, llevando proyectos editoriales a la realidad. Escritor, periodista y editor, Chano Castaño publicó en 2010 la Historia Ciudadélica, novela ambientada en una ciudad alucinante y perdida en medio de un desierto donde todo es posible. Actualmente edita su libro de cuentos Pólvora Peyote y finaliza su segunda novela, El viajero perdido en camanance. Es el fundador de Lectores Secretos y actualmente reside en Rio de Janeiro, Brasil.