Por Indira Vásquez
1
No querían verse junto al mar.
Evitaron nadar juntos
Ir de la mano por la arena
Esperar una ola sin titubear.
Nada de eso.
Nada que pudiera ser un indicio de amor.
Mantuvieron la distancia sabiéndose
Amantes de otros amantes,
Corazones de otros corazones.
Pese a que el atardecer vino a buscarlos
Prefirieron embriagarse
Y en la noche hacer el amor con mediocridad.
2
Era un ejército de hombres blancos
que venían bajando de las montañas.
En el valle los esperaba el fuego y el tambor,
la sangre caliente y los pumas.
Una guerra entre pájaros silvestres,
danza atómica
donde llueve sangre fresca.
Final de unos,
renacer de otros.
Era una batalla entre hombres
que venían sangrando
en sus corazones.
3
Cuando tomé la carretera
Alguien me cantó las buenas noches
Y otros medijeron hasta luego
Pero nadie me deseó mala suerte,
Ni mis enemigos ni mis deudores.
Me fui en una moto barata
Con un walkman en la espalda
Y una maleta llena de ropas simples.
Me bastaban mis botas y mis jeans.
Menos peso es más levedad.
Durante días anduve entre hoteles mugrientos
Y asquerosos personajes, gamberros, putos y camioneros.
No charlaba con nadie, solo pedía cigarrillos de vez en cuando,
Y en los amaneceres me quedaba solo en el cuarto,
Mirando por la ventana para invocar lo que buscaba,
Encontrando en la naturaleza, día a día,
La causa que le daba combustible a mi alma.
Por fin llegué a la Gran Ciudad
Donde nadie manda y nadie escapa,
El agujero, el termitero sangrante.
Era una patada en las güevas,
Un balazo en el ojo,
Entrar al pulpo
y hacerse un espacio en sus tentáculos.
Un lugar en medio de la jauría
que no sabe para quien pinta.
Y así fui rodando,
Porque no me aguantaba el demonio en las espaldas,
El acecho del abismo inconsolable,
La soledad insipiente que sana
Y enferma.
Una noche en la carretera,
En una de tantas curvas,
De tantas posibles salidas al infierno
O al paraíso,
Me dije al oído dentro del casco,
Como si fuera todo previsto,
Que en la próxima
No daría la vuelta,
Seguiría adelante y volaría
Hasta llegar a un rincón donde iniciar
Mis laberintos sin sentido sobre los mapas
Y la frenética histeria de un viajero inconsolable.