La cita
Nunca esperes de la jornada el destino certero
ni la respuesta a tus plegarias,
tampoco la señal que indica el camino
o la puerta que se abre para entrar.
No esperes nada porque el dolor se gana gratis,
y el llanto es fácil (aunque digan que no),
y la locura está a la vuelta de la esquina (tras la puerta),
y el enfado es una noticia de tablón.
No esperes nade del amor, viejo solitario y libertino,
ni tampoco de la cerveza o el tabaco, de nada sirven,
y menos atreverte a esperar algo de nosotros,
de los humanos y sus mentes ciegas y obtusas,
de nuestros corazones demasiado apasionados,
demasiado hinchados de sangre y nervios.
No esperes sino la muerte que su cita no falta.
El resto son películas sin afán
y promesas que va tapando el polvo.
Sobre lo que duele
A veces el estómago se me pone denso,
como si llevara piedras sin aire,
fuegos apagados con licor,
pesos muertos que esperan la salida.
Sobretodo se me pone denso
cuando me dices que no vienes,
que nuestro encuentro ya no es aquel día,
ni el otro ni el próximo.
Entonces me empieza a bajar algo por la garganta,
un flujo invisible que me da vértigo
y se aploma en mi barriga y se expande.
Duele, nada que decir, duele y hay que aguantar.
Me tomo una cerveza,
o me bebo un café muy negro,
o me fumo las hojas o el tabaco que tenga,
con tal de llenar ese vértigo que me inunda.
Pero nada funciona muy bien,
ni saliendo de mi cuerpo logro escapar.
El vértigo sigue ahí, instalado y sin salir,
y lo único que me resta es darle espera,
mirar los días y caminar las calles,
escuchar las canciones y leer los poemas,
mientras el vértigo se cansa de mi tristeza,
y se va yendo como un recuerdo viejo
del que vale la pena desprenderse.
Around the love
A la vida no hay que darle tantas vueltas
pero si hay que llevarla mucho de viaje.
Hay que embriagarla, llorarla, escupirla.
Sentir que un día se larga entre los dedos,
se va la vida de las manos y de los ojos,
de las piernas y el estómago.
Sentir que un día ya no estamos más.
Pero escribir esto es darle vueltas a la vida,
algo que prometí no hacer nunca más.
Ahora voy por lo mío, gústele al que le guste.
Y caminaré junto a los ríos y los gatos,
cantando con sed y respiros hondos,
dejándome llevar por las últimas brisas del silencio.
Y si te encuentro en una esquina de la ciudad roja,
te besaré los ojos para que no me veas
y pueda escapar antes de que me arrepienta,
de que todo vuelva a mi memoria y se incendie
buscando el fuego antiguo al fuego nuevo que arde siempre.
Pero si nada puedo hacer para que no me encuentres,
entonces que al menos sea una canción la que nos invoque,
y pueda yo una noche tibia volver a tus labios hondos
y perderme en tu beso como entre un bosque de libertad.
Nada de eso
No soy la mujer de tus primeros labios, genuino imbécil.
Tampoco la puta de tus arrancones de borracho
ni la mandrágora siniestra que mantendrá tu infierno.
Me voy de tu casa, de tu camino, de tu almohada amarilla.
Y en la salida a donde intentarás atraparme para que vuelva
te diré que No (aunque quiera), y te diré que No me mientas,
que no me mates,
que no me esperes,
que no me toques.
Volverás a buscarme
pero como siempre
ya será tarde.
El amor no es de los tiempos,
es del presente y del ahora,
de los cuerpos tibios bajo la aurora.
No soy la mujer de tus primeros labios
pero tampoco la íntima espera
de tu amor por descarte.
Charlotte Montenegro
Su carrera en las letras comenzó en la academia: universidades, congresos, grupos de investigación y marxistas que desarmaban cualquier pieza literaria fueron durante años el pan de cada día. En la clandestinidad escribió durante años y se mantuvo así, apenas aclamado por unos pocos fieles que como una secta la siguen a todas partes. Charlotte Montenegro dejó atrás aquella actitud de científica literaria y se transformó en lo que siempre había querido realmente: un escritor.
Así fue que Charlotte llegó al proyecto de Lectores Secretos y decidió unirse a él, con su formidable talento para pensar y crear libros y con su estilo que expresa todo un mundo propio. Charlotte es colaboradora asidua de esta casa, una crítica de estilo propio y una abanderada de la cultura literaria.