Nunca es tarde para escapar

Comentarios sobre Amor y odio y Roma

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   No conozco Roma y este libro, pese a tener una portada que asimila una puerta de entrada a la capital del viejo imperio, solo tiene esa palabra en el título de su obra. Menos conozco Italia, aunque en estas páginas huele a espagueti, vinos caseros y humos de cigarros que relajan la comilona. Tampoco he vivido un romance con un italiano (aunque una amiga mía cercana es adicta a ellos y dice que son fogosos, atrevidos, sensuales y vulgares); y este libro está plagado de ellos, en todos sus perfiles: jóvenes, adultos, niños en cuerpos de adultos, mujeres atractivas y matronas de familias inmensas. La verdad, después de salir de Amor y odio y Roma, después de una lectura placentera que intercalé con varios cafés, me sentí permeada por una sensación de escape, de romanticismo y de melancolía.

   La literatura urbana en muchas ocasiones peca en ser obsesiba con los detalles de una ciudad y con mantener la línea de vida de los personajes atada, en muchas ocasiones, a esos detalles. Aquí no hay tal. Los personajes exploran su propia vida sobre un mapa urbano pero éste jamás se interpone como una condición para que sean ellos. Hay lugares, puntos de referencia, descripciones precisas de ciertas esquinas emblemáticas o reflexiones profundas de las transformaciones que ha vivido el lugar en medio de una globalización imparable, pero jamás son elementos que anclen a los personajes a una rutina dentro del libro ni a un acontecer condicionado por el espacio. Se perciben más como vuelos libres sobre un puñado de experiencias variadas que están condimentadas con música, desencuentros, fatalidades y exploraciones vitales.

   Amor y odio y Roma es un libro que, pese a comenzar con un aroma primaveral y un ritmo que infla el pecho de alegría, va decantando el desespero de unos muchachos por buscar su verdadero destino y su lugar en el mundo. La juventud contemporánea vive huyendo de sus propias tragedias y más que nunca tiene la forma de hacerlo. Los países están conectados, las computadoras también, los teléfonos aún más, y el mapa se extiende para irse llevando las almas a través de un vertiginoso panorama que, al igual que los protagonistas de esta historia, no tienen muy claro a lo que se enfrentan, pero igual siguen andando porque es peor todavía detenerse.

   Es también un libro apropiado para estos tiempos en que la gente va de prisa y con pocas horas para una lectura. Se digiere rápido y sus reflexiones están camufladas en los escenarios con la suficiente nitidez como para que el lector vaya haciéndose una idea de lo que está en primer plano y de lo que está sosteniendo la imagen. Las emociones, a veces tan dulces como un beso en primavera frente al mar, también son densas y más de uno tendrá que tragarse un sapo, dejando las páginas atrás como quien cierra la puerta de un lugar para jamás regresar sin un estandarte de victoria.

   A mi, personalmente, me gustó el libro, sobretodo porque te deja una sensación de que la vida nunca se termina en una esquina determinada del mundo, sino que siempre el abanico de las posibilidades se abre bajo nuestros pies, mostrando todo un porvenir abierto a nuestras propias desiciones. Si alguien escapa, si alguien se queda, es porque busca en el fondo de su ser que su vida sea así, pero lo que vale la pena rescatar es que la existencia es una esperanza constante, un movimiento perpetuo sobre el mundo que gira sin parar y nos arrastra como sus hojas de otoño, barriendo los aires de libertad que pueden vislumbrarse atrás de la carátula de un libro, bajo la tapa de una botella, entre los ritmos de una canción fresca o entre las palabras de un desconocido que nos sonríe por primera vez.

 

Charlotte Montenegro

Captura de pantalla 2014-02-04 a la(s) 18.03.35 Su carrera en las letras comenzó en la academia: universidades, congresos, grupos de investigación y marxistas que desarmaban cualquier pieza literaria fueron durante años el pan de cada día. En la clandestinidad escribió durante años y se mantuvo así, apenas aclamado por unos pocos fieles que como una secta la siguen a todas partes. Charlotte Montenegro dejó atrás aquella actitud de científica literaria y se transformó en lo que siempre había querido realmente: un escritor.

Así fue que Charlotte llegó al proyecto de Lectores Secretos y decidió unirse a él, con su formidable talento para pensar y crear libros y con su estilo que expresa todo un mundo propio. Charlotte es colaboradora asidua de esta casa, una crítica de estilo propio y una abanderada de la cultura literaria.

 

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