La colección de poesía Orquesta Solar abre sus puertas en Lectores Secretos.
El primer título de la colección fue escrito por un caleño que compone versos de música atrapante y profundidad abismal. Se trata de Juan David Ochoa, premiado poeta colombiano y columnista sabatino de El Espectador, quien con su libro Polvo de Imperios inaugura la colección de poesía de nuestra casa editorial.
El lanzamiento será el viernes 3 de julio en El Templo del Té a las 7:30 pm. La dirección es Av carrera 24 37-60, barrio La Soledad. El lugar se encuentra frente al Park Way.
Y para que no se queden con las ganas de leer algunos poemas de Polvo de Imperios, les dejamos una pequeña selección que esperamos disfruten.
Nos vemos el 3 de julio en El Templo del Té para el lanzamiento de este libro estremecedor de belleza oscura.
Selección
Pirámide de Guiza
Hubo cuerpos, habrá cuerpos aquí,
atemporales,
una masacre es sedimento más en el desierto.
Hubo gritos, habrá gritos aquí,
un vendaval perdido de susurros,
un cúmulo anacrónico de lenguas aturdiendo,
un turbulento soplo deformado
de los rostros que serán y los que han sido,
la resonancia circular de los camellos,
Napoleón y su bullicio de caballos,
aquí los faraones al sol.
Hubo voces,
hubo silencios aquí,
habrá otro roce voluptuoso del viento
después del exterminio.
Verbo
No dilatación serena.
La compresión vertiginosa de los poros y la voz,
el hermetismo de la luz,
las convexas palabras
y las piedras primigenias en las sílabas
como las anclas nocturnas de las bestias
en el mar antiguo,
como las grávidas afrentas del espacio
hacia las criptas del nombre y la memoria.
Perturbación,
tribulación en la fragilidad del vientre.
Que la corteza enfebrecida de la tierra
azuce los instintos
y la energética saliva
y la electricidad secreta de la sangre,
que los cimientos líquidos de la inestable
y depresiva tolerancia
se desprendan de la sien y se destrocen,
que los truenos perversos se sumerjan
en la bruma del pulmón,
que se incendie el cerebro
y la ancestral genealogía de los nervios,
que la humareda del desastre trascienda
las fosas de la piel
y acapare los rostros, el confín y los olvidos,
que el trémulo sonido del yo mute en disparos.
Las hecatombes resonando
en la insonora bóveda del cuerpo.
NO DILATACIÓN SERENA.
Todas las inmolaciones estridentes,
todos los gritos de los partos,
los tambores de las guerras,
los balbuceos encarnados de la cólera
en la ráfaga del verbo.
Oriente
Ante la fuerte irradiación del sol,
ante la misma luz,
el alarido atemporal del parto
resume los jadeos y el sudor
de los extensos ejércitos del hombre,
el mismo grito entre los siglos.
Los vestigios de un tifón
son los residuos de la rabia liberada entre la tierra,
la misma resonancia en el espacio sordo.
Las lágrimas históricas son nimias,
agua misérrima en el mar.
Después de los gobiernos de la amnesia
entre los hondos intervalos del tiempo,
después de los relevos de la muerte
en los imperios del polvo,
después de los estruendos de la ira serenada,
el mismo suspiro ante el secreto ineluctable,
la misma travesía entre los mitos y los ruidos,
el miedo universal,
el mismo final, Ulises.
Auschwitz
Es la tierra fugada
entre el calor resucitando,
atrayendo.
Los cuerpos ingrávidos y agónicos
frente a la última puerta
con todos los muertos encarnados
en la gélida memoria y en las lágrimas
esperamos la señal,
todos en la fila presidiaria.
Pausados entraremos
a la hirviente promesa de la tierra,
al ardiente calor del paraíso.
Jattin
Yo, que en los descensos nocturnos
escuchaba siempre el bramido de las vacas irreales
desmembrando el cordón umbilical del mundo,
que vi alumbrar la hierba
por el viejo hidrógeno convulso,
testigo de la gran barbarie,
yo que vi a la aldea latir
con la pulsión de las metrópolis gimientes,
meciendo los principios erráticos del hombre
y sus finales predecibles,
yo que quise la verdad
en la conflagración de los sentidos,
crucé las puertas prohibidas de la última razón,
miré a los ojos de las bestias inefables,
oí los vientos paralelos rugir
con la violencia de los truenos,
y de repente los hombres eran fuegos renovados,
calores en la sombra legendaria
y las palabras eran polvo antiguo
de un imperio derrotado.
Cristal abstracto
Cuando romperemos el cristal
de la primera noche entre las noches,
la maternal oscuridad del tiempo.
Sabemos que fue allí
donde el monstruoso universo
involucró sus códigos perpetuos
y que el sexo de una sombra náufraga
incubó sus precipicios,
sus intervalos entre el sueño y la catástrofe.
Pero la máxima antesala del mundo
sigue inhóspita a los ojos centenarios del hombre,
y queremos romper,
nosotros los funestos presidiarios del asombro,
la liviandad que la divide de la física y del sol,
queremos abrir esa primera noche del misterio,
aunque el rostro
y el gesto de la última locura
nos fulmine.
Ruido
El estruendo siempre.
La conjunción total de los sonidos,
desde el materno oxígeno explosivo a la hecatombe de los cuerpos en el agua,
piel sobre la espuma rítmica del mar.
Sobre una ráfaga de balas, de besos,
de espadas en la pugna de los gritos infinitos.
Sobre el jadeo vertical de las orgías
y las cópulas secretas,
entre la hermética complicidad
de las paredes que inmolaron los milenios.
La conjunción del tacto,
la atemporal sonoridad del cuerpo,
sobre el suelo, en la pared,
bajo el escándalo del fuego,
sumergido en las burbujas liquidas,
eufóricas, histéricas.
Sonido de los tactos, de los golpes, de las bombas.
La conjunción del alarido universal,
de las gargantas que irradiaron la estridencia
cuando el cuerpo fue invadido
por la historia del silencio
y sus ejércitos de escoria,
sus abismos.
Réquiem
Ustedes los nombres implosivos,
las llamas del vapor en el relevo memorial,
las causas fulminadas de otro círculo
en las ondas del sexo,
las voces ocultas del escándalo.
Los irreales,
los que apagaron el futuro y el viento
y la extensión de los espacios,
los que irrumpieron en la apócrifa fuga
de la soledad.
Ustedes, los muertos,
las antiguas cavernas del terror,
nos heredaron la ciudad
del equilibrio improvisado,
los frágiles hilos del espíritu,
nos revelaron la prostitución de los sonidos,
las palabras exhaustas,
nos hicieron hablar con el aliento estertóreo
de la intriga y la incredulidad.
Ustedes, los monstruos anacrónicos,
las bestias invisibles,
los huéspedes sordos del misterio.