Libros, desierto, poesía, Caborca, Sonora, el norte de México… Toda una experiencia definitiva en nuestra historia como editorial y un viaje único donde divulgamos nuestros libros a manos llenas.
La gente de Caborca–aunque sospecho que de toda Sonora–es de naturaleza vampírica. Mientras el sol, nuestro máximo astro a la vista, calienta el suelo y derrite las voluntades, la gente se guarda, pero cuando la oscuridad empieza a prometerse en la jornada, las esquinas se llenan de caminantes furtivos y la ciudad despliega una vida que horas antes no existía. como tal vez no existía Caborca en el mapa del mundo antes de Los detectives salvajes, donde Roberto Bolaño la inmortalizaría al ponerla dentro del mapa que siguen Ulises Lima y Arturo Belano para surcar el norte de México en buscar de Cesárea Tinajero. Yo no sé si Cesárea está en Caborca, pero recuerdo las líneas de los capítulos finales donde se nombra esta pequeña ciudad cruzada a la mitad por los ferrocarriles de la Bestia, ese enorme gusano de acero que transporta en su lomo las almas perdidas de toda Centroamérica. En fin. A nosotros, Editorial Lectores Secretos, también nos invitaron a Caborca. Nos la pusieron en el mapa. Asistimos durante diez días a un evento ameno, versátil y lleno de acontecimientos alrededor del libro, la ficción, la traducción, la escritura creativa, la poesía y la crónica, la literatura infantil y juvenil, y otro montón de temas que rodean el mundo de la lectura. En la Primera Feria Internacional del Libro de Caborca, para ser la única editorial independiente, vendimos bastante, lo suficiente como para amenizar nuestros viáticos en el viaje y poder disfrutar un poco mejor los ofrecimientos misteriosos del desierto. También conocimos gente hermosa como Octavio Avendaño, el secretario de cultura de Caborca, quien muy amablemente nos invitó a este evento y nos dio una bienvenida de máxima calidad. También estuvieron Carmelita, la cronista mayor de Caborca y una historiadora de peso en le región, su hijo Mike, el chamán surfista y vaporoso entre olas naranjas que nos dio a probar DMT-5 en el desierto, los poetas de Hermosillo (que eran los mismos de la librería Hypatía), Paco, Ingmar, Cotic,, las escritoras argentinas que traían fanzines feministas, los escritores chilangos que hacían publicaciones sobre boxeo mexicano, los escritores colombianos como Camilo Rodríguez, los funcionarios amistosos de la Alcaldía de Caborca, Emma, Ramsés, Pablo, los fabricantes de la cerveza La Capilla, tan generosos con nuestra sed, escritores afamados como Mario Bellatín, y todo el público en general, adolescentes que venían directico a la poesía, niños que buscaban novelas de terror (pero también de narcos, un niño de once años me preguntó si tenía libros de Escobar), docentes de Caborca, abogados, médicos, fabricantes de cerveza, restauranteros, hoteleros, cultivadores de espárragos, de uva, en fin, todo el mundo que vivía en la ciudad pasó en alguna noche de las que estuvimos allí presentes. Fue fabuloso. Vendimos libros nuestros, de Las Filigranas de Perder, de Yecíd Calderón, Nicolás Corrales, Chano Castaño, Tania Ganistky, Charlotte Montenegro, Luis Fernando Afanador, Juan David Ochoa. También despachamos libros de Mantra Ediciones y de otras editoriales independientes de Ciudad de México, así como revistas literarias independientes tipo Larvaria, Monodemonio y Gata que ladra. Fue una gran feria. Además, comimos carne hasta volarnos el copón y asistimos a un festival de cerveza artesanal que tenía más de diez marcas de la región, algo increíble que cerró con broche de oro nuestra participación, y ver a la gente contenta con el trabajo que llevamos preparado era algo único, verlos leer, comentar los que había allí, admirar las portadas, en fin, toda una experiencia literaria y editorial que esperamos se repita en el futuro.