Hace 116 años ya estaba tres metros bajo tierra el inconmensurable cuentista Antón Pávlovich Chéjov en el cementerio Novodévichi, pero su fantasma, tal vez apenas desdoblándose de su cuerpo ultimado, no sabía que un porvenir donde su nombre estaría de boca en boca se avecinaba. Y la primera que lo impulsó a ese destino fue una mujer, una traductora inglesa llamada Constance Clara Black, quien vio una oportunidad de llevar a su lengua (a su país) la literatura de Tolstói, Dostoyevski, Gógol, Pushkin, y por supuesto de nuestro aclamado fantasma, Chéjov, y no perdió un segundo. Leyó, escribió, tradujo, tal vez cometió errores, pero ahora que sus traducciones son dominio público en inglés, el idioma que le dio un abrazo cálido a esa lengua rusa a través del espíritu de Constance Clara Black, pues mucha gente las lee, las utiliza en sus estudios, en investigaciones, y como apoyo para nuevas versiones de aquellos enormes libros que ya cumplieron más de un siglo. Cuando murió Chéjov apenas su legado estaba empezando, pero desde entonces toda alma humana que se dedique a escribir cuentos tendrá que pasar por el pabellón de su escuela, un lugar fenomenal donde no hay farsa ni maquillaje corrido, sino el plumbeo hierro de unas vidas condenadas por la vida misma.

A mis manos llegaron las narraciones de Antón Chéjov por la Biblioteca Básica Salvat, esa colección enorme y ejemplar empresa editorial que emprendieron entre 1969 y 1971 Alianza Editorial y Salvat Editores. Los ejemplares son un claro reflejo de los años 70, pero también son una historia que esconde otras historias, y como estamos hablando de traductores, también vamos a nombrar a José Laín Entralgo, el español que tradujo para la Biblioteca Básica Salvat todos los autores rusos que le pusieron enfrente: Gorki, Bunin, Korolenko, Bábel, Tess, Petrov, y muchos otros que dieron material para el ejemplar de Cuentos rusos y Las Narraciones de Chéjov. Nacido en Urrea de Gaén, don José Laín fue un convencido de la lucha socialista, y en 1932 ya estaba militando en la Federación Socialista Madrileña. Es de suponer que la guerra y la sangre y la mierda que le cayeron encima durante los siguientes 15 años no curtirían un alma liviana ni entregada por completo a la tranquilidad. Don José fue un traductor (un traditore sólo con la literatura) pero su estirpe en verdad fue de guerrero. Estuvo en tres afamados escuadrones del Ejército Popular: la Brigada Mixta 107, la 6ta División y el VII Cuerpo del Ejército. Cuando se acabó la guerra pero no la mierda, le tocó irse a Rusia, a Odesa, junto con la comitiva masiva de españoles que tuvieron que irse a lamer las botas del camarada Stalin, un tipo nada agradable que infundía temor donde pisaba la hierba. Don José Laín, por suerte, tenía un hermano, don Pedro, un escritor y médico con cierta influencia en España, que abogó para que su sangre pudiera volver a la madre patria lo más pronto posible. Y lo consiguió, y los dos pudieron volver a verse, evitando esperar muchos años más, como si les tocó a otros, a muchos, que hasta la partida de Franco tuvieron permiso de regresar a casa. Un traductor con una historia digna de la chejovmanía.
Cuando se celebra a Chéjov, nazca o muera, también se celebra al cuento como género, que también siempre nace y muere y entre esos dos puntos está su secreto.
Para que hagamos de este luctuoso día un carnaval, entonces, los invito a que lean buenos cuentos, de excelente calidad, latinoamericanos, europeos y asiáticos; dense una vuelta por este link donde todos los PDF son gratis, descargables y legales: http://www.materialdelectura.unam.mx/index.php/cuento-contemporaneo
¡Una copita por Chéjov y que su influencia perviva por siempre!
Chano Castaño
Siempre que se le preguntan las razones para elegir escribir, argumenta que su pasión por los libros y la literatura es como un juego. Se divierte creando mundos ficticios, componiendo poemas de músicas diversas y llevando proyectos editoriales a la realidad. Escritor, periodista y editor, Chano Castaño publicó en 2010 la Historia Ciudadélica, novela ambientada en una ciudad alucinante y perdida en medio de un desierto donde todo es posible. Actualmente trabaja en su libro de cuentos Pólvora Peyote y finaliza su segunda novela, El viajero perdido en camanance. Es el fundador de Lectores Secretos y actualmente reside en Bogotá.